La Mejor Experiencia de la Vida

Enamorarse definitivamente es una de las mejores, requetemejores, non plus ultra mejores experiencias de la vida. Estar enamorado le da sentido a todo, te llena de emociones repletas de energía, te dibuja una sonrisa inconsciente en el rostro, te hace ser la persona más creativa del planeta, no existe otro tema de conversación más que el motivo de tu enamoramiento. Estar enamorado ocupa toda tu mente solamente con ideas para volver a ver a la razón de tanta emoción, el resto de tu vida te estorba pues te quita el tiempo para pensar, soñar y buscar a la razón de tu afecto.

El tema del tiempo cuando estamos enamorados es una locura, ya no dura lo que indica el reloj: al estar lejos de nuestro tesoro, el tiempo es eternamente inaguantable, para nosotros y para los que nos tienen que escuchar, y al mismo tiempo es tan corto y fugaz cuanto estamos cerca. Así como ocurre con el tiempo, también sucede con los demás temas de nuestra vida, todo deja de tener su valoración objetiva.

 Aún recuerdo alguna vez que le presenté un chico que me encantaba a mi mamá, ustedes saben que los hijos tenemos una conexión única con nuestras madres, que nos permite saber lo que piensan sin que hayan dicho nada, pero en ocasiones como esta, hubiese querido no tener esa conexión. Pues sí, ahí estaba yo presentando al chico para mi “perfecto” y ahí estaba mi mamá disimulando cual jugadora de póker, lo que realmente pensaba. Pero al quedar solas ella y yo, ¿Qué creen que pasó? ¡Exacto! eso mismo que están pensando, en unos eternos segundos me dijo que mi “príncipe azul” era un verdadero sapo.  ¿A quién no le ha pasado esto alguna vez? En el caso de los hombres creo que es peor, porque la “chica perfecta” pasa a ser cualquier descalificativo (pongan ustedes el que quieran) ante los ojos de sus madres (las mamás de varones son una cosa seria).

En fin, esta publicación no alcanzaría para describir los efectos que tienen en cada uno de nosotros estar enamorados. Lo que si es cierto es que nadie dudaría que cuando nos enamoramos, nuestra percepción de todo cambia y vivimos una sensación de felicidad plena increíble. Muchos autores dicen que estar enamorados es igual a vivir un estado de “embriaguez”, pero no precisamente por aquel dicho de que: “los niños y los borrachos dicen la verdad” noooo, por eso no es. La comparación la hacen entre estos dos estados, porque ambos comparten la alteración de cómo perciben la realidad, gracias a eso es por lo que a tu “príncipe azul” los demás lo ven como un sapo y a tu “chica perfecta” como lo que se le ocurra a tu mamá. Lo peor del caso, es que no tiene que pasar mucho tiempo para que terminemos dándole la razón a nuestras madres, pues el enamoramiento al igual que la borrachera tienen una duración limitada y la realidad empieza a ocupar su lugar.

La mayoría de nuestros enamoramientos se acaban cuando la realidad nos borra la idealización propia de esta etapa. Es como un choque entre lo que yo quiero que esa persona sea y lo que realmente es. Son las expectativas de quien yo me quiero enamorar, la idealización de sus virtudes, versus la persona que realmente tenemos en frente, con sus cosas buenas y no tan buenas, como todo humano.  ¡Cómo nos molesta cuando no coincide la expectativa con la realidad! Sufrimos cuando el traje de superhéroe (o de mujer perfecta) no le queda.

Idealizamos otras áreas de nuestra vida

Sin embargo, esto no sólo sucede en el ámbito del romance. ¿Has pensado que la idealización propia de la etapa de enamoramiento también la vivimos con otras áreas de nuestra vida? Pues déjame decirte que sí y nos ocurre con más frecuencia de lo que pensamos. Nos enamoramos también de nuestros proyectos, les contamos a todo el mundo lo bueno que es la idea que queremos hacer, vemos sólo aquello que apoya y fortalece nuestra idea y pobre de quien se le ocurra mostrarnos que nuestro plan no es tan perfecto, que hay algunos aspectos que no hemos considerado y nos hace vivir nuevamente ese choque desagradable de expectativa y realidad.

Esta situación también la podemos observar frecuentemente en las personas que deciden migrar, tienen una mirada selectiva de lo bueno que tiene el país al que irán, hablan sólo de las oportunidades maravillosas que ahora sí tendrán, pues magnificar las virtudes del país destino, es una forma de reclamar lo que esperaban del propio y al mismo tiempo de calmar el sufrimiento de dejar a su país, al que sólo mencionan para contar las desilusiones, al igual que sólo se menciona un noviazgo anterior. Pero lo cierto es que, así como no hay ser humano con sólo virtudes, tampoco hay país sin problemas.

Todo es propio de la idealización, una etapa necesaria para engancharnos y movernos hacia el cambio, la gasolina que nos da la energía de ir por lo que queremos, en fin, así funcionamos, es una realidad. Esto lo viviremos con muchas situaciones de nuestra vida: con la carrera que escojamos, con un nuevo amigo, con el primer trabajo, con el inicio de la universidad, con todo lo que sea importante para nosotros. Entonces ¿Dónde está el problema?, pues bien, el problema no es que idealicemos, ya hemos dicho que es una etapa necesaria, vital y llena de ilusión, el problema está en las decisiones que tomamos durante esa etapa.

Así como no sería recomendable que unos novios se casen cuando están en plena idealización, donde se magnifica las virtudes, incluso hasta se inventan; tampoco es recomendable que decidas mudarte a un país sin conocer también las dificultades que como cualquier país debe tener. En fin, la recomendación siempre será la misma, no importa la situación que sea: Nunca tomes decisiones importantes y definitivas mientras estés enamorado.

La idea es seguir avanzando en los afectos, madurarlos con un poco más de información, hacer el balance de lo que estas dispuesto aceptar y de lo que no, especialmente en los aspectos más importantes. Tampoco esperes saberlo todo para poder tomar una decisión, porque entonces jamás tomarás ninguna, pero tampoco la tomes con información distorsionada propia de la idealización.   

El reto es seguir con la misma energía del enamoramiento, pero con la madurez de saber qué es lo que estás eligiendo. Que el balance de las virtudes sea tan positivo que te permita, aun conociendo los defectos, seguir ilusionado y te movilice a tomar decisiones con más certezas que incertidumbres. ¡Ojo! no dije: sin incertidumbres, pues esas siempre las habrá y ahí esta lo emocionante de vivir.  

Estos son mis lentes. Y tú, ¿cómo lo ves? ¿De qué otras cosas de tu vida te has enamorado?  Coméntanos cómo has vivido la etapa de idealización. También puedes escribirnos a nuestro correo lentesparalavida@gmail.com

Heidi, Alejandro y mis dos hijas

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