Evasión como Protección en Momentos Difíciles

¿Has visto alguna vez a un amigo que ha peleado terriblemente con su novia, irse de fiesta ese mismo día y beber alcohol hasta perder la conciencia? o seguro has escuchado ese refrán que dice “Un clavo saca otro clavo” haciendo alusión a que si tu novio te engañó con otra chica, esa dolor emocional a causa de la traición lo puedes eliminar haciendo lo mismo. Al final lo que estamos viendo es el dolor emocional inevitable, el vacío que este causa y los “Mecanismos de defensa” que todo ser humano genera de manera automática, buscando huir de la sensación desagradable que nos hace sentir vulnerables. Sin embargo, estos mecanismos sólo nos ayudan a “disolver” momentáneamente el dolor emocional pero no a “resolverlo”. Esto demuestra cómo históricamente no nos han enseñado a vivirlo y tampoco a sostenernos de pie en momentos difíciles.

En mis últimas publicaciones hemos hablado de la poca comprensión que se tiene de las emociones, especialmente de las desagradables. De la moda de aprender a controlarlas e incluso de eliminarlas (como si eso fuese posible) y de nuestra postura contraria a todo eso, en la que rescatamos a todas las emociones como energía para vivir. En nuestras publicaciones les hemos mostrado cómo las emociones son esas “Apps” o aplicaciones que todos los seres humanos tenemos que aprender a usar, pues son ellas las que nos humanizan, las que nos hacen únicos y también les explicamos las funciones específicas que cada una de ellas cumplen y cómo esas funciones nos ayudan a vivir. Por todas estas razones es que no podemos eliminarlas y tratar de hacerlo, suele tener un costo emocional y físico muy alto. También les decía que aunque muchas de esas emociones nos hacen sentir maravillosamente bien, también es cierto que otras veces nos hacen sentir muy mal, esta es la razón por la que buscamos eliminar o disminuir sus efectos, impidiendo así que cumplan sus funciones en nosotros.

En su momento la recomendación que hice era escuchar y recibir ese mensaje interno que las emociones tienen para nosotros, sintiendo y comprendiendo la función que cada una de ellas debe cumplir en ese momento específico que estamos viviendo, tal cual vienen, como una demostración de amor propio desde lo más básico y elemental, como lo es aceptar nuestras propias emociones. Todo esto y mucho más lo podrás recordar con detalle en la publicación “Hay más de 5 emociones“.

Justamente porque reconocemos que todos algunas vez hemos buscado disminuir aquello que nos hace sentir tan mal, es que hoy quiero dedicarle este artículo a todas esas maneras que utilizamos para evitar sentir esas emociones desagradables. La intención es que demos una mirada hacia nuestra historia e identifiquemos cómo hemos tratado de poner al margen o incluso de eliminar todo lo que nos causa tristeza, decepción y vergüenza, al mismo tiempo cómo hemos tratado de reforzar, repetir y mantener presente aquello que nos causa placer, comodidad y alegría. Me quiero dedicar a cada uno de esos “mecanismos de defensa” que hemos guardado en nuestra memoria y a los cuales recurrimos cada vez que pasamos por un momento difícil, como la forma de anestesiarnos ante el dolor.

Nuestro cerebro es donde se han elaborado y se han registrado esos mecanismos, como una manera de protegernos de esas emociones dolorosas que no hemos aprendido a escuchar y por ende tampoco hemos aprendido a entender y usar. El cerebro y corazón son esos lugares corporales dónde ubicamos las ideas y las emociones respectivamente, ambos son partes de un mismo “SER” y como tal deben ser integrados. Cuando esa integración no se alcanza y cualquiera de ellos se impone al otro, el “SER” se quiebra. Es como entrar en batalla con nosotros mismos, pues tanto nuestras ideas como nuestras emociones son parte de cada uno de nosotros, son igual de importantes y a ninguna podemos dejar ganar. Ese equilibrio de cerebro y corazón es lo que nos acercará a la Paz, esa otra forma de Alegría, que es menos intensa pero más duradera en el tiempo y definitivamente será un equilibrio “funcional” de vida, donde tanto el cerebro como el corazón tendrán su lugar.

Si esos “mecanismos de defensa” nos anestesian a tal punto que no nos permiten ponerle nombre a lo que sentimos, nos impide reconocer como está reaccionando nuestro cuerpo y el pensamiento que origina nuestras reacciones, entonces tu cerebro habrá ganado la batalla, con la noble intención de protegerte del dolor y del vacío, pero habrá ahogado a tus emociones. El problema de este aparente triunfo del cerebro, es que las emociones saldrán a flote como sea, al costo que sea y cuando menos lo esperes, pues ellas cumplirán sus funciones aunque tu no quieras. No habría ningún problema si estos mecanismos sólo nos calmaran para seguir más tranquilos nuestro proceso interno de entender lo que nos sucede, pero lo real y frecuente es que estos mecanismos nos adormecen y nos hacen evadir, mover la mirada a otro lado para no ver ni escuchar lo que nuestro mundo interior viene a decirnos.

Los “Mecanismos de defensa” más frecuentes que anestesian nuestras emociones son:

  1. Conductas adictivas: fiestas, alcohol, videojuegos, apuestas, sexo, videos en redes sociales mostrando lo “perfecta” que es nuestra vida, compra de ropa y artículos de moda que no necesitamos, entre otros. Estas son formas de diluir el dolor emocional, pues aumentan la concentración de todo aquello que me genera placer de manera intensa, sacando nuestra mirada del dolor y distrayéndola con situaciones placenteras.. El problema de estas emociones agradables de alta intensidad, como ya lo hemos dicho antes, es que son de corta duración. Al pasar su efecto gratificante tan rápido y volver al vacío emocional anterior, se buscará repetir la conducta placentera aunque no dure mucho tiempo. Transformándose en un círculo sin fin, volviendo a la conducta adictiva de manera recurrente, como quien se toma un analgésico cuando no soporta un dolor de cabeza, pero si no resuelve la causa de su dolor, recurrirá a dicha pastilla cada vez que pase su efecto.
  2. Negación del impacto emocional que un suceso tiene en nuestra vida, encontrando razones que minimicen de forma racional las consecuencias. Es frecuente escuchar de una chica, cuyo padre abandonó a su familia, decir que no son los primeros ni los últimos a los que han abandonado, que ella nunca lo ha necesitado, ni siquiera cuando vivía con ella, que hay gente exitosa con su misma historia, en fin, todas las estadísticas necesarias para convencerse a si misma de que todo estará bien, pero no permite aflorar lo que su mundo emocional quiere decirle y que detrás de tanta explicación sólo hay una carencia que tratará de llenar como sea.
  3. Desarrollar múltiples actividades que no nos dejen tiempo para poder sentir. Este mecanismo también incluye la dedicación al trabajo haciendo horas extras, asumiendo más tareas de las que corresponden, todo lo que nos haga sentir útil pues nos hace sentir bien, es gratificante y nos aleja de lo que estemos viviendo en otros aspectos de nuestra vida. Qué común es ver padres dedicados sólo al trabajo fuera de casa pero desconectados de sus hijos o madres dedicadas a sus hijos, gimnasio, amigas y a obras sociales pero desconectadas de sus esposos, incluso vemos hijos llenos de actividades y logros a fin de demostrarle a sus padres los hijos maravillosos que son; todos estos casos al final lo que reflejan son vacíos de desconexión y de desamor en los vínculos vitales, entre esposos y entre padres e hijos, los cuales siendo llenados por múltiples actividades.
  4. Reemplazo de figuras importantes en tu vida, como parejas de repuesto momentáneas luego de una ruptura emocional, amigos y familiares con quien pasar el tiempo de manera superficial luego del fallecimiento o abandono de un ser querido. Todo esto busca evitar recorrer el camino difícil de la situación que estamos viviendo. Esto también puede extenderse a relaciones de dependencia, aquellas en las que por miedo a la soledad, permitimos tratos terribles o aquellas que priorizan tanto el cuidado del otro, que lo anteponen a sus propias necesidades, al punto de asumir las cargas pesadas de los problemas de los demás como suyos.

Los mecanismos de defensa puede que sean necesarios y útiles como una fase inicial para sobrevivir a una situación o experiencia difícil en la que nos sentimos vulnerables. Así estará el cerebro haciendo su mejor trabajo protegiéndote, pero recuerda que eso sólo disuelve o minimiza momentáneamente el dolor emocional. Tarde o temprano se debe atender la causa de ese vacío, de lo contrario se impondrán las emociones con todas sus fuerzas y exigirán una solución real, obligándote a resolverlo en una batalla intensa contigo mismo. Al final, cualquier forma de evasión nos lleva a perder, pues anestesia nuestro ser, callando lo que necesitamos resolver para poder ser feliz, haciendo de nuestro mundo interior una bomba que nos hará daño aunque mostremos otra cara al mundo.

Estos son mis lentes. Y tu, ¿Cómo lo ves? ¿Conocías que la evasión era una forma de protección? ¿Qué otra forma de evasión conoces? Intenta identificar qué mecanismos de defensa usas.

Coméntanos cómo te va. Si tienes alguna duda también puedes escribirnos a nuestro correo lentesparalavida@gmail.com

Heidi, Alejandro y mis dos hijas.

Foto de Kyle Cleveland en Unsplash

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